Por si la injusticia de ser víctima de la violencia machista no fuera suficiente, una investigación publicada ayer señala que esas mujeres tienen muchas más posibilidades de morir por cualquier causa (y no solo a manos de sus parejas) que la población en general. Se trata de un estudio liderado por las universidades de Warwick y Birmingham y publicado por la revista oficial de la Asociación Americana del Corazón que explora la relación entre la violencia de género y el desarrollo de problemas de salud como enfermedad cardiovascular, hipertensión y diabetes.
Utilizando los registros de los médicos de cabecera del Reino Unido entre los años 1995 y 2017, el equipo pudo identificar a 18.547 mujeres que habían sufrido violencia de género y compararon sus datos con los de 72.231 mujeres de características similares (edad, índice de masa corporal y condición de fumadoras) que no la habían experimentado. A partir del seguimiento de ambos grupos determinaron que las primeras tenían una 31% más de riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular y un 51% más de tener diabetes tipo 2. En el caso de la hipertensión no encontraron relación.
Además, comprobaron que el riesgo de mortalidad por cualquier causa (es decir, todas las muertes producidas durante el periodo del estudio) en esas mujeres era un 44% superior al resto. En términos absolutos eso significa que en el caso de las víctimas de violencia machista la tasa de mortalidad era de 6 por cada mil mujeres al año, frente a las 3,1 muertes por cada mil de las mujeres en cuyos registros médicos no constaban abusos.
Aquí cabe hacer una precisión. Los autores señalan haber encontrado una discrepancia entre los casos de violencia machista reportados a los médicos y los datos de las encuestas nacionales. Según las estadísticas oficiales, una de cada tres mujeres a nivel global y una de cada cuatro británicas han experimentado violencia a manos de su pareja (sea física, psicológica, sexual, financiera o emocional) en algún momento de su vida. Sin embargo, solo el 0,5% de los registros médicos de las pacientes incluían el código que las identifica como víctimas de violencia doméstica. “Esto significa que muchas de las que no están registradas como víctimas de violencia de género pueden haber experimentado en realidad algún tipo de abuso. Si ese es el caso, estos resultados podrían ser una subestimación”, indican.
“No todas las mujeres que sufren abuso doméstico desarrollarán una enfermedad a largo plazo. Podría decirse que la comprensión de los efectos del abuso doméstico en la salud física y mental está todavía en pañales”, admite Joht Singh Chandan, autor principal de este informe que forma parte de un proyecto mayor de investigación sobre el impacto de la violencia machista. Chandan, sin embargo, opina que la asociación entre violencia y problemas de salud ha quedado demostrada. “Aunque nuestro estudio no ha podido determinar exactamente las causas de esta relación, creemos que probablemente se deba a los efectos del estrés agudo y crónico. Además, sabemos que la exposición al abuso doméstico puede estar asociada a factores de estilo de vida como una dieta pobre, alcoholismo y tabaquismo”. Por tanto, señala que las autoridades deberían tener esto en cuenta en la atención a las víctimas. “Teniendo en cuenta la prevalencia del abuso doméstico, es probable que las enfermedades cardiometabólicas asociadas a la violencia doméstica supongan una carga para el sistema de salud público”.
Este equipo de las dos universidades ya publicó en 2019 una investigación sobre los efectos físicos y psicológicos de la violencia de género que descubrió que las mujeres que la han experimentado tienen casi el doble de probabilidades de desarrollar fibromialgia y síndrome de fatiga crónica. Otro estudio publicado también en Reino Unido hace unos meses indicaba que las supervivientes de abuso doméstico tienen tres veces más posibilidades de desarrollar enfermedades mentales graves.